Ganador del gran premio de la segunda edición del Dakar Court Festival que tuvo lugar del 9 al 14 de diciembre de 2019 en Dakar, Tabaski es un placer cinematográfico pero también una película eminentemente política.
Este increíble 26 minutos está inspirado libremente en la serie de Iba Ndiaye (1928-2008), “La ronde de Tabaski, à qui le tour?”, realizada en los años 60 y 70. Ya al representar desde todos los ángulos el sacrificio ritual de las ovejas durante el Tabaski (equivalente a Eid el-Kebir), el gran pintor senegalés quiso evocar los asesinatos de grandes figuras africanas así como las víctimas de la segregación y del racismo. Es esta imagen que Laurence Attali toma aquí, en un sutil juego de idas y venidas con la gran Historia – sin hacer una acusación sino más bien una reflexión, una meditación, casi un recogimiento.
El pintor Camara Gueye, a quien se le pidió que colaborara en la película, también trabaja en el tema del sacrificio, y escribe “¿Quién es el siguiente?” en grandes letras rojas en su pared. Un vibrante ping-pong entre la creación artística y los asesinatos y la violencia que han marcado la historia del pueblo negro. La radio (reconocemos la voz del crítico Baba Diop) los evoca poco a poco. El pincel de Camara Gueye responde en rojo… Un guiño o una señal de los tiempos, un museo americano le envía un carnero, enviado por Mame Yande Express, que acabará volcando un bol de pintura roja viva. ¿Cómo no pensar en la sangre de los condenados a la que Aristide se refirió en sus discursos, la de los mataderos de Touki bouki (Djibril Diop Mambety, 1973) o la de Rwanda, pour mémoire (Samba Felix Ndiaye, 2006)?
Si Tabaski es aclamado unánimemente, es por su impresionante coherencia. ¿Quién es el siguiente? La liberación de Mandela cambia el juego: nace una esperanza, irreversible, que permite borrar el miedo, pasar a otra cosa y preparar el futuro. Este futuro está ahí, vivo, palpable, a través de la música y la celebración de los cuerpos: un joven virtuoso en patines que guía a las ovejas, un enigmático saxofonista con traje de western, una guitarrista cantante rebosante de energía… África ha sufrido pero tiene su vitalidad artística como un activo.
El humor está ahí, en los guiños surrealistas que hacen sonreír. El jazz tiende un puente entre el continente y la América negra. A pesar de su tema, la película nunca es pesada o pretenciosa. Al contrario, encuentra su ligereza en la sutilidad de su simbolismo, en la apertura de sus significados, en la espontaneidad de su enfoque. Aunque es el resultado de nueve años de investigación estética para encontrar la forma que exprese la idea de que los grandes líderes negros fueron tratados como ganado, conserva una gracia agradable. Como hábil editora, Laurence Attali dosifica maravillosamente un ritmo nacido del movimiento en lugar de la fragmentación. Es una película sin tiempo muerto, pero con tiempo para él.
Lejos de ser un ejercicio de estilo, Tabaski está en continuidad con el cine aéreo de Laurence Attali, que siempre aborda el proceso de creación artística: La Trilogie des amours (ver las críticas de Même le vent, Baobab, Le Déchaussé) realizada en 1999-2003 y luego Le Temps d’un film en 2007. Luego se dedicó a la producción y edición de la obra de su compañero de cine y de vida, el documentalista William Ousmane Mbaye, que aquí lleva la chaqueta de productor.
Tabaski encuentra su necesidad en su temática pero también en la elegancia de su enfoque estético: simplemente destila una verdadera alegría y el deseo de compartir la danza de sus cuatro jugadores.
Olivier Barlet – traducción : Marie Picaud