Publicado el 4 de febrero de 2020 | Africultures, Olivier Barlet
Estrenado en las pantallas francesas el 5 de febrero de 2020, Adam fue seleccionado oficialmente en el último Festival de Cannes (Un certain regard).
En Marruecos como en otros lugares, los hombres que les prometen montes y maravillas dejan a las jóvenes cuando se quedan embarazadas. Este es el caso de Samia (Nisrin Erradi). Para escapar a la vergüenza y al rechazo, se encuentra llamando a las puertas de la Medina de Casablanca en busca de un trabajo y un lugar para quedarse. Abla (Lubna Azabal), una viuda que hace y vende pasteles para alimentar a su hija de ocho años, eventualmente la ayudará por una noche y luego…
Este fue el caso de otra mujer que tocó la misma campana un día en la casa de los padres de Maryam Touzani: “Lejos de su casa, ella esperaba dar a luz a su hijo en secreto y darlo para regresar a su pueblo. No tenía ni idea en ese momento de que llevaría esta mujer dentro de mí durante tantos años”.
Hizo el rodaje de Adam después de dar a luz ella misma y le dedica la película a su madre. En esta muy humana y simple historia de una relación entre dos mujeres y una niña, Maryam Touzani hace una película tan bella como conmovedora. Se debe a sus actrices, a la finura de su estética y puesta en escena, pero también y sobre todo a la energía de una historia que evita todo sentimentalismo para centrarse sobre los sentimientos de cada una. Tanto Samia como Abla están atrapadas por su luto, Samia por su hijo, Abla por su marido. La película se vuelve cada vez más luminosa a medida que la vida se impone, haciendo incierta la decisión de Samia de separarse del niño que espera.
¿Podría quedarse con el niño? En el claroscuro de la casa, la luz como las sombras se juegan. Luego se hace un cambio hacia lo sociopolítico: prejuicios y falta de apoyo a las madres solteras. De manera que Adam no es sólo el nombre del primer hombre, es la esperanza de un nuevo hombre que podría asumir la complejidad de su origen, de una nueva sociedad que le permitiría hacerlo.
La cámara de Virginie Surdej a veces se acerca a las caras para dar testimonio de las investigaciones internas, pero por lo demás sigue la geografía del lugar para connotar la evolución de las relaciones. Su trabajo sobre la luz recuerda las pinturas de los maestros italianos y flamencos y permite que la película afirme el valor del silencio. Las dos mujeres se amansan y la pequeña Warda (Douae Belkhaouda) no es inocente. Porque es en el fondo de esta energía infantil que esta sutil película dibuja una llamada a la tolerancia y una oda a la vida.
traducción : Marie Picaud