Desde su primer papel de cine en la película Cuscús de Abdellatif Kechiche, en 2007, la marsellesa Hafsia Herzi ha llevado una carrera de actriz marcada por su compromiso tanto físico como emocional. Pasa a la realización con Te mereces un amor, una película muy personal en la que vuelve a arriesgarse al máximo. Presentado por la Semaine de la Critique en el Festival de Cannes de 2019, fue estrenado el 11 de septiembre en las salas francesas.
Lo que alegra en la película de Hafsia Herzi es que estamos cerca de ella durante toda la película. Sí, es hermosa y sensual, pero ese no es mi propósito: esta cámara en movimiento, lo más cerca del cuerpo, de la piel, de los ojos, de los gestos, del sudor, transmite una impresión muy agradable de libertad. Claramente, su personaje, Lila, es libre. No se trata de someterse al deseo de los hombres, pero de seguir escuchándolos. Rémi la engaña y luego se va al extranjero. Está furiosa, agresiva, luego triste, devastada. Todos le dicen que haga lo mismo. Se empeña y luego acaba por probar con algunos tíos. Que sea el marabú o los novios/amigos, nadie puede ayudarla excepto ella misma.
Suena trágico, es divertido y ligero: este areópago que parece improvisar cada línea mientras que la película está muy escrita, disfruta mucho a interpretar. El amigo homosexual añade, las bromas fluyen, la charla es permanente pero suena bien, sobre todo cuando balbucean o se repiten porque así es como es en la vida real.
Es cierto que la película se quiere realista, un realismo que deja de lado la afirmación para traducir los afectos, las contradicciones de los sentimientos. En resumen, un realismo que no se enreda en la realidad sino que la ficciona para seguir su idea. Lila está buscando un nuevo amante, pero no una fusión. ¿Amaba demasiado a Rémi? ¿O se da cuenta de la brecha necesaria para que el amor tenga lugar? Se merece un amor, pero no para perderse en él. Cada relación es un duelo, en el sentido de que cada una existe por sí mismo, incluso en la relación sexual donde la intimidad se juega en el espacio entre los dos cuerpos. La nueva Lila escucha el deseo de los hombres pero sigue siendo dueña del suyo.
o es extraño entonces que convoque repetidamente a Frida Khalo, que no quería seguir el mismo camino que la mayoría de las mujeres mexicanas y que, en cama por sus operaciones después de su accidente, tuvo que tomar como modelo su reflejo en un espejo. Pintó su percepción de la realidad, como Hafsia Herzi filma la suya, y ambas tienen en común una cierta crudeza y un amor de la vida. [1]
Lila se complace en dejarse fotografiar, réplica invertida de su papel de fotógrafa en L’Amour des hommes de Mehdi Ben Attia (2017). Esto supone una distancia, más allá de cualquier asignación. Hay en este juego de miradas la potencialidad de una relación sensible. Si la película nos lleva de un extremo al otro, es porque juega con esta distancia tanto en su temática como en su estética. Su propósito es la construcción de la distancia, la que permite el amor cuando uno renuncia a la fusión. Su estética es la alianza de un montaje rítmico, una cámara física, colores luminosos, mucha delicadeza y un flujo de diálogos anclando a los personajes en el de la vida. Mantiene el romance a distancia para frustrar el estereotipo.
Es en esta diferencia que esta película autoproducida de manera independiente y por lo tanto con un presupuesto muy reducido, movilizando técnicos en ciernes pero talentosos y dando una oportunidad a los jóvenes actores (aparte del siempre excelente Samir Guesmi), encuentra el tono adecuado para evocar los meandros del desorden amoroso.
Olivier Barlet – traducción : Marie Picaud
[1] Frida Khalo escribió “Viva la vida” en el centro de su última pintura, justo antes de morir.