La divertida y trágica primera película del director sudanés Suhaib Gasmelbari se estrenará en las salas francesas el 18 de diciembre de 2019. Una magnífica y necesaria película sobre pioneros del cine que nunca han dejado de luchar. Su éxito se debe a su dispositivo documental.
No olvidaremos pronto Ibrahim, Solimán, Manar y Altayeb. En los años 60 y 70, se fueron al extranjero a estudiar cine y fundaron el Sudanese Film Group en 1989, una especie de cineclub militante para mostrar películas con una lenta furgoneta y así traer el cine al Sudán contra viento y marea.
Ibrahim Shaddad había realizado anteriormente algunas películas notables. Había estudiado cine en los años 60 en la RDA en la Filmuniversität Babelsberg Konrad Wolf. Muchos de sus proyectos han sido prohibidos en Sudán. Pasó años en el exilio en Egipto y Canadá antes de volver a casa. Suleiman Mohamed Ibrahim había estudiado cine documental en el Instituto de Cine VGIK de Moscú. Uno de sus cortometrajes ganó un premio en el Festival de Cine de Moscú en 1979. Se negó a exiliarse después del golpe militar de 1989. Manar Al Hilo y Al-Tayeb Mahdi se graduaron en el Instituto Superior de Cine de El Cairo, ambos en 1977. Manar produjo las películas de sus amigos filmadas en Sudán. En cuanto a Altayeb, hizo cortometrajes que fueron artísticamente y políticamente valientes.
Pero Sudán ya no tiene ningún cine en actividad. Los cuatro amigos decidieron renovar y reequipar una sala al aire libre en Khartoum. Sus contactos les llevan al cine Revolución, con un nombre premonitorio (la película se rodó antes de la que condujo al derrocamiento de Omar al-Bashir el 11 de abril de 2019). Pero era sin pensar en los esbirros del poder, la “policía de la moral” y la “seguridad política”. Mientras intentan alcanzar su objetivo, Omar al-Bashir es reelegido con el 94,5% de votos…
» Somos más inteligentes, pero ellos son más fuertes ». El cuchillo es violento, después de todos sus esfuerzos. Pero no les falta energía: « Nuestra esperanza se ha forjado por las las mayores desesperaciones ». Esperanza a toda costa: la aventura continúa, conmovedora y divertida dada la personalidad de los cuatro ancianos.
Si la película tiene tanto éxito en los festivales y deleita tanto al público, no es sólo por la vitalidad y la tenacidad de estos viejos mochileros, como podrían ser los músicos del Buena Vista Social Club. Esto se debe también al dispositivo que la película crea.
Es muy visible desde las primeras secuencias. El grupo está explorando viejos archivos. Los recuerdos se desvanecen y paf, la luz se apaga: un alivio. Continúan a la luz de las velas, lo que por supuesto da a la escena una dimensión mítica. El hecho de que el rodaje continúe en tan malas condiciones revela la dirección del documental: hacer resurgir de la oscuridad un tiempo antiguo, comprometido y fundador. Los cuatro compañeros se prestan de buena gana a ello, desempeñando su papel perfectamente, con evidente placer y un gran sentido de la réplica. Porque son actores que creen en el cine, lo que se perdería en espontaneidad se gana en veracidad.
Esto será cierto para toda la película. Es en ellos que se apoya, sin necesidad de música. Está claro que la limpieza del viejo cine ha movilizado otros voluntarios, pero mostrar sólo a los mayores en la pantalla alimenta la historia de su conmovedora movilización. No hay aquí traición de la realidad. Lo importante no es si juegan un papel, sino qué papel juegan: activistas por el renacimiento de una cinematografía que ayudaron a fundar cuarenta o cincuenta años antes. Suhaib Gasmelbari no busca la verosimilitud sino esa sutil emoción que nos permite compartir su compromiso. Experimentamos su realidad más de lo que llegamos a conocerla, y por lo tanto probablemente la conocemos más íntimamente. Más que eso, sus bromas los traen de vuelta y nos devuelven a su juventud y su lucidez al mundo tal como es, donde no tenemos otra opción que resistir.
Aquí tenemos un documental que regresa a sus raíces: como en Nanuk, el esquimal de Flaherty (1922), la construcción lúdica de la realidad nos permite llegar a lo esencial y sentir mejor lo que está en juego. Cuando Ibrahim afirma en el programa de radio que el cine es un héroe « que puede morir de muerte natural o ser asesinado por un traidor », se dicen cosas: ¡están luchando con el cine contra un régimen dictatorial político-islamista en un momento en el que “hablar de los árboles es casi un crimen ya que es callar sobre tantos crímenes!” (poema de Bertold Brecht citado en la película). Cuando se le consulta, el público quiere una película de acción. Django Unchained de Quentin Tarantino (2012) bastará ya que presenta la liberación de un esclavo!
Son estos guiños permanentes, este anclaje en la Historia, este humor impactante, esta bonhomía frente a la adversidad, esta solidaridad alegre, esta dignidad impresionante y esta determinación inquebrantable los que hacen de estos viejos cineastas, y por lo tanto de la propia película, una escena política tanto como una metáfora extraordinaria del poder del arte frente a la barbarie.
traducción : Marie Picaud