(Version française sur Africultures). “Estaba a punto de irme, pero un día la esperanza se sembró en mi sueño.” Bikontine, en sus treinta años, autodidacta, escribe poemas sobre bloc de notas. Estaba a punto de “aventurarse” en Europa cuando la revolución burkinabé de octubre de 2014 le dio la esperanza de una vida mejor. Lucie Viver, asistenta de dirección y guionista, con quien había tenido muchas discusiones, le sugirió que siguiera el único ferrocarril de Burkina Faso (Uagadugú-Abidján) para explorar su país y ver más claramente. En su primer largometraje, lo acompaña sola, hace la cámara y la grabación de sonido, y allá van en una larga diagonal de 600 kilómetros, de Beregadougou hasta Kaya, del suroeste hacia el norte. Los paisajes cambian, primero verdes y luego saharianos y áridos, como Bikontine pero también como el Burkina que pasa de las esperanzas a las desilusiones. En cada estación una parada, encuentros improvisados.
¿Por qué seguir el ferrocarril? Porque Thomas Sankara (1949-1987) había invitado a su pueblo a extender la línea más allá de Ouagadougou hasta Kaya sin ninguna ayuda externa, la famosa “Batalla del Ferrocarril”. Bikontine sólo tenía cinco años, pero sabe que los burkineses siguen admirándole a pesar de que fue censurado durante 27 años por su compañero de armas y probablemente asesino que llegó al poder, Blaise Campaoré, finalmente “exento” por el levantamiento popular de 2014.
Pero el tren también fue construido por la colonización francesa, es decir, por la mano de obra local. Muchos perdieron la vida, como en el caso de este puente de 1932 cerca de Beregadougou. La película adhiere así a esta progresión histórica hacia la emancipación preconizada por el activista antiimperialista que decía que “a pesar de lo poco que tenemos, podemos arreglárnoslos solos”. En el aula abarrotada de una escuela, los estudiantes aprenden que el rojo de la bandera burkinabé se refiere a los mártires de la lucha anticolonial, el verde a la agricultura y la estrella amarilla a “la luz que nos guía”.
Los documentales tienen un tratamiento similar al dirigirse a personalidades del mundo cultural con un discurso establecido. Aquí no es así: los dos trotamundos se encuentran mayormente con personas de medios modestos. Con mochila y lista para dormir fuera con el estómago vacío, Bikontine se alimenta de los discursos de Sankara pero sobre todo está atento a sus conciudadanos. Se declara escritor, lo que deja a muchos perplejos, pero a todos les impresiona por la marcha y el coraje del viaje.
Bikontine y Lucie, que dirigen sin aparecer en la pantalla, se interesan especialmente a los trabajadores. Cada vez, una perspectiva: los quemadores y los recolectores de caña, luego los sacos de azúcar amontonados en la refinería, luego Sankara pidiendo la anulación de la deuda. O los buscadores de oro: ciertamente la cámara abre las cosas, pero cuando Bikontine baja a la mina también, establece un contacto que permite que todos los intercambios tengan lugar.
En Bobo-Dioulasso, la plaza de la mujer, un monumento donde una mujer lleva una antorcha. Las barrenderas están comentando. Las mujeres están presentes, incluso en la planificación familiar o a través de “A ma mère”, el poema de Camara Laye que Bikontine intenta repetir a un joven. Aquí también, una referencia a la exigencia de Sankara de una igualdad entre hombres y mujeres.
Los intertítulos corresponden a las etapas, pero también a la evolución de Bikontine. El médico de Bagassi le dijo de hacer lo que más le gusta. ¿Continuar su vida bohemia con la poesía? ¿Qué lugar puede ocupar en este país que quería un cambio, pero que se encuentra atascado en un callejón sin salida político? ¿Cómo podemos mantener la esperanza cuando todo se está volviendo árido? Mientras se mueve a través de la noche en los rieles por la simple luz de una antorcha, Bikontine siente que su aislamiento aumenta. Cuando amanece, juega a ser equilibrista en los rieles sobre el vacío… El equilibrista es solitario. No hay poesía sin tomar riesgos. No hay creación sin valor.
Es este enfrentamiento con el vacío que Lucie Viver captura: la vertiginosa decepción de una sociedad que se enfrenta tanto a las agresiones yihadistas como a los continuos asaltos de la precariedad (¡y hoy de la covid-19!). Ella filma con sensibilidad a Bikontine cuyo “camino se desliza bajo sus pies”. Es un cuerpo errante, abierto e incierto, fuerte en sus palabras, pero no en su discurso. Sólo está tratando de encontrar el hilo de una esperanza que se mantiene. Está al unísono, una excelente elección con la melancólica guitarra de Rodolphe Burger, pero también con sus movimientos de rabia que recuerdan a la Bled Number One de Rabah Ameur-Zaïmeche.
En su prueba de iniciación, Bikontine, lonesome cow-boy que se enfrenta al vértigo, todavía duda en intentar el viaje a otros sitios, pero confía en Sankara para encontrar su anclaje, y con él toda una sociedad.
traducción : Marie Picaud