Publicado el 16 de mayo de 2019, Africultures
Presentada el 4 de mayo en competición oficial en la 72ª edición del Festival de Cannes y estrenada el 20 de noviembre de 2019 en las pantallas francesas, Los Miserables, del realizador originario de Malí que creció en el mismo lugar en el que se desarrolla buena parte de la novela, vuelve a poner al personaje de Gavroche en el punto de mira 150 años después.
Primera imagen: Issa baja corriendo las escaleras, con una gran bandera francesa sobre sus hombros. La imagen es impactante: somos franceses, estamos en casa, y estamos tan entusiasmados como los demás con el equipo francés. El genérico alterna con escenas y archivos de júbilo hábilmente reconstruidos en los Campos Elíseos de aquel momento de gracia nacional del 12 de julio de 1998, cuando un equipo lleno de diversidad francesa ganó la Copa del Mundo de fútbol.
Luego, de vuelta al barrio, donde cada uno está de nuevo en su sitio: los policías, los traficantes de drogas, los educadores, los hermanos musulmanes, y todos esos niños que pueblan los bajos de los edificios. Ladj Ly, que sigue viviendo en Montfermeil, que no ha dejado de filmar tan pronto como pudo conseguir una cámara, y que ahora tiene hijos él mismo, es particularmente sensible a esta “banda de microbios”, está preocupado por el desastre que se está produciendo en el ámbito de la escuela y la educación. Un joven de los suburbios está desventajado por el lugar y más aún por el entorno escolar. “Escuchadnos, no somos entendidos”, repitió durante su conferencia de prensa, invitando al Presidente Macron a ver la película para comprender la dimensión de los daños.
Y la película es fuerte, muy fuerte. La realidad está ahí, pero no se parece en nada a los clichés del género “película suburbana” que ha florecido en las pantallas. El ritmo es sostenido, pero no excitado, la música no es rap, sino más bien electro. Seguimos a Issa a lo largo de la película, un joven Gavroche, de 14 años como cualquier otro, que se desboca para existir, hasta el punto de ir a robar un cachorro de león en un circo gitano para hacer un selfie. Reacción inmediata de la comunidad, amenazas, subidón de adrenalina, rebaba policial… Pero no es ahí donde empieza la película: Ladj Ly quiso primero sumergir al espectador en la película durante unos cuarenta minutos, y así plantear la complejidad de los personajes. Toda gira en torno a un policía que acaba de llegar de Provincia para unirse a un equipo de barrio, la BAC (brigada criminal), ¡los “bacqueux”! Descubre los métodos, por decir lo menos, de la violencia del control permanente que ejercen sobre los jóvenes del barrio, pero también la connivencia con los caïds locales para regularlo.
Encontramos con placer en el papel del “Alcalde”, un “educador” que maneja todos los Negros del barrio, Steve Tientcheu, descubierto en La Mort de Danton de Alice Diop, un documental realizado en 2011 mientras seguía una clase exclusiva de actuación, a escondidas de sus compañeros de suburbio. Desde entonces ha tenido varios papeles y es perfecto aquí como educador de barrio.
No hay ni buenos o ni malos aquí, pero cada uno está en su lugar. Stéphane (Damien Bonnard, un actor confirmado) es un policía republicano que se formó con la policía de emergencias, al que se le impidió respetar la ética por el comportamiento de sus compañeros. ¡Ellos mismos son personajes adhiriendo a métodos criticables! Gwada (el modelo y actor Djebril Dzonga), llamado así porque todos los policías negros vinieron de las Antillas al principio, es él mismo de este suburbio pero se ha ido “al otro lado”, desde entonces considerado como un traidor. Su jefe, Chris (Alexis Manenti, que coescribió el guión y forma parte del mismo colectivo Kourtrajmé al que Ladj Ly se unió a los 17 años) es un verdadero fracasado antipático, pero también tiene sus debilidades. Son humanos, pero desesperadamente en sus papeles frente a una adversidad que no saben cómo manejar. Uno de los grandes momentos de la película muestra a cada uno de ellos volviendo a casa después de un día de infierno.
Es esta humanidad la que hace la diferencia y permite a Ladj Ly citar a Víctor Hugo: “No hay malas hierbas ni hombres malos, sólo hay malos agricultores”. La película converge así hacia una increíble batalla, la revuelta de los niños contra toda forma de autoridad. Están hartos de los educadores, pequeños jefes, traficantes de drogas y policías. Sólo la Hermandad Musulmana no es atacada. Es un futuro opaco, sin esperanza que rechazan. Quieren arruinarlo todo, pero seguramente no es la solución…
Esto, el final abierto de la película no lo dice pero lo sugiere con sutilidad, como una llamada a la responsabilidad. Es profundamente actual: “Hemos sido chaquetas amarillas durante más de veinte años y hemos estado reclamando nuestros derechos”, dijo Ladj Ly en su conferencia de prensa en Cannes. “Violencia policial, la descubrimos hoy pero todos tenemos marcas en nuestro cuerpo!”. Los suburbios no son un cliché, sino un lugar vivo, complejo, explosivo pero humano. Ladj Ly no es un portavoz sino un testigo para que todos puedan ser escuchados. Hace seis meses, creó una escuela de cine gratuita dirigida por voluntarios de la que ya están saliendo cortometrajes. No olvida su larga práctica de usar la cámara para documentar sus experiencias. Es este anclaje el que hace el valor de esta película fuerte que no vamos a olvidar.
traducción : Marie Picaud