(version française sur le site d’Africultures)
Dos premios en la edición 2020 en línea de Vues d’Afrique en Montréal : mejor largometraje y mejor actor para Alassane Sy. Baamum Nafi que ya había recibido el premio del mejor primer largometraje y el Leopardo de oro en la catégioria Cineasta del presente en Locarno (Suiza) y el premio Découverte en el Festival Internacional de Cine Francófono de Namur. Premios merecidos.
Lo que llama la atención en El Padre de Nafi, es su ritmo. No es lento. No toma tiempo, lo agarra : es medido, profundo, interrogador, a la imagen de las miradas de Tierno, imán y padre de Nafi. Porque es el tiempo que nos falta y nos obsesiona, para conjurar, en Senegal como en otros lugares, por medios pacíficos, el terrible ascenso del oscurantismo.
Nafi, es la juventud que quiere tanto irse en la vida (estudiar en la universidad) como ser fiel a su padre (que no quiere que se vaya). Lucha, muy torpemente, para encontrarle una alternativa al joven Tokara del que se enamora sin saber realmente si es serio y quién tiene la mala idea de ser el hijo de su tío. Porque ese tío, Ousmane, es un hombre frustrado y enriquecido que pretende ser elegido abandonando la ciudad a los yihadistas…
Así pues, se superponen los lazos familiares, la religión, la política, el dinero, el amor, el fundamentalismo, pero también la muerte que se arrastra. Podría ser una ensalada demasiado compleja si potentes hilos conductores no vinieran a iluminar el camino. Cada personaje desarrolla gradualmente su propia singularidad, empezando por el personaje de Tierno, central en la película como en el título, que realza su paternidad, que va más allá de su única hija mientras vela por el futuro de su comunidad. Lo interpreta Alassane Sy de forma reservada. Esta pureza apoya la mirada penetrante que tiene sobre aquellos que traicionan los valores que defiende.
Se puede ver en El Padre de Nafi un ejercicio honesto para advertir contra la intolerancia, pero va mucho más allá de la buena intención. En primer lugar, porque responde hábilmente a los que asimilan el Islam con el terrorismo y llevan a cada musulmán a tener que dar explicaciones incesantes. Frente al yihadista que defiende el « verdadero Islam », Tierno se pregunta si este Islam hace más que las cinco oraciones, limosnas, abluciones, etc., desconcertando a cualquier jerarquía. Luego porque plantea sin rodeos tanto el peso como las virtudes de la estructura familiar, tan estructurada en la cultura africana. Este enfoque contradictorio tiene el mérito de cuestionar y valorar sin idealizar. Por último, porque enfoca sobre las bases sociales la progresión del fundamentalismo, mientras que el campesinado sufre sin que los representantes del Estado y los funcionarios elejidos sean conscientes del insidioso peligro que amenaza a las comunidades de los pueblos. Además, destaca el discreto matriarcado que trata de preservar la unidad de las familias.
Lo que destaca es la preocupación, no la certeza de los estereotipos. Tierno es un personaje que pierde sus marcas en todos los aspectos. Sin embargo, él es el que debería ser el guía. Esta indigencia refuerza el peso de su mirada porque este drama es el nuestro, cuando nos quedamos sin palabras ante la violencia y la estupidez. Es este paso lateral el que da a la película su relevancia. Encontramos aquí el hilo que atraviesa muchas películas en este periodo opaco : la cuestión de aceptar la incertidumbre y convertirla en coraje en lugar de necedad.
Nada es sencillo. « Es terrible estar atrapado en tu propia historia e intentar en el mismo movimiento aceptarla, negarla, rechazarla y redimirla – pero también, a cualquier nivel, sacar provecho de ella », James Baldwin sobre el racismo.[1]
Es esta complejidad la que Mamadou Dia capta : como imán, Tierno no puede librarse de su función ni siquiera cuando su mundo se derrumba. Intenta dejarle espacio, pero eso sería negarse a sí mismo. Frente al corte del fundamentalismo, no tiene más remedio que retractarse, pero ha aprendido de paso que lo que predicaba sólo tiene sentido al ofrecer a todos la libertad de ser y de pensar. Empezando por Nafi.
Para darle sensación, era necesario permanecer en el nivel físico de los cuerpos que se enfrentan. Ahí es donde la dirección de actores y una cámara que puede acercarse sin romper la distancia hacen maravillas. La construcción teatral de ciertas tomas es sorprendente porque no dura. El canto y la música de Baaba Maal vigorizan la historia. A pesar de sus limitados medios, Mamadou Dia, que tiene una maestría en dirección y escritura en los Estados Unidos y que también escribió el guión de la película, no se muestra reacio a algunos de los trucos del cine de acción para dar la energía del peligro y la huida de la muerte. Todo esto permite a El Padre de Nafi encontrar la textura y la complejidad necesarias para abrirse a la emoción. Hacen de la película un éxito innegable.
[1] James Baldwin, Le Diable trouve à faire, Paris, Capricci, 2018, trad. Pauline Soulat, p.65.
traducción : Marie Picaud