Cuando los muertos vienen a ayudar a los vivos
Publicado el 17 de mayo de 2019 | Africultures
En competición oficial en el 72º Festival de Cannes y disponible en las pantallas francesas desde el 2 de octubre de 2019, Atlantics es una magnífica película sobre cómo los difuntos pueden ayudar a los vivos a encontrar su libertad.
El crepúsculo es el momento en el que los espíritus circulan. ¿Los muertos quieren reconectarse con los vivos? Los jóvenes que habían decidido irse y que el Atlántico ha tragado reclaman justicia y quieren volver a ver a sus seres queridos. Es en esta doble energía que nos lleva Atlantics: los jóvenes trabajadores son engañados por un patrón insensible, las mujeres sufren por la salida de sus amantes, que han ido a buscar fortuna a otro lugar. Anclada en la dureza de la realidad, la película aborda lo fantástico cuando se trata de dar una idea de lo que sienten las mujeres. En lugar de perderse en lo trágico o en lo sensiblero, Mati Diop sigue un camino radical de representación.
Una obra en una nueva ciudad exclusiva en el suburbio de Dakar, Diamniadio. En algunas imágenes, el viento, el ruido, el trabajo. Los bueyes pasan no muy lejos, una discreta referencia a Touki bouki. Luego la ira de los hombres que no han sido pagados durante tres meses. Luego su canción de coraje y de solidaridad en las plataformas de los vehículos que recorren el océano para traerlos de vuelta a la ciudad. Y mientras que la cámara enfoca a Souleiman, a lo lejos se perfila la torre en la que trabajan: una torre de lujo, un absurdo proyecto de Wade y Gaddafi que afortunadamente nunca vio la luz, una especie de Babilonia anacrónica que el movimiento Y’en a marre (“Fed Up”) ha barrido en la calle.
Esta torre añadida en 3D, la veremos de nuevo durante la película, recuerdo del capitalismo salvaje, el sacrificio de los hombres y el interés general en el reino de los beneficios. Este sacrificio no es solamente la explotación: se convierte en el de aquellos que, desesperados, tomaron las piraguas para probar suerte en España.
Entre otros, Mary Jiménez había realizado en 2012 un magnífico documental sobre estos “héroes sin rostro”. En la tragedia, el héroe es el que se sacrifica por la comunidad. ¿No fueron esos jóvenes que desaparecieron, a pesar de sí mismos, lanzadores de alarma sobre el estado de un país que no puede ofrecer esperanza a su juventud? Mati Diop les había dado un rostro en 2009 con Serigne, conocido por la noche alrededor de una hoguera en una playa de Dakar, que había intentado cruzar y lo inventó para poder volverlo a hacer. “Cuando decidimos irnos, es porque ya estamos muertos”, dijo.
La muerte está aquí. Está en este mar que es a la vez fascinante y peligroso. Está en el matrimonio forzado de Ada con el rico Omar mientras que ama a Souleiman. Está en esta presencia que se va imponiendo poco apoco mientras que el océano ha ganado. Es cuando Ada comprende que Souleiman ha vuelto que puede ser mujer, en resumen, cuando comprende que su muerte la invita a seguir, como las amigas que frecuenta, su propio camino.
Así, los espíritus circulan en el crepúsculo. No dudan ante nada en su sed de justicia para llegar a su fin. Tampoco dudan en significar su amor. La romántica presencia de los muertos se ha visto a menudo en las películas. Spielberg lo había evocado en Always (Para siempre). Sam, una víctima de asesinato, también tratará de comunicar con Molly (Whoopy Goldberg) en Ghost. Estamos tan obsesionados con la muerte que nos supone problema. Sin salir de su registro, muy diferente de estos productos hollywoodienses, Mati Diop también encuentra, con una economía de medios que refuerza la emoción, las imágenes y las palabras.
Su registro es estar tanto fuera como dentro, en una coreografía constantemente renovada. Dentro porque su cámara se infiltra en la acción, captura la ira de los hombres por encima del hombro, encuentra los gestos de los cuerpos para expresar lo que sienten las mujeres, acompañado por la música sensual e híbrida de Fatima Al-Qadiri, incluso cuando entra en disonancia. Fuera porque favorece la imagen al texto, porque las miradas pesan más que las palabras, porque las luces que pasan sobre Ada iluminan su interior, porque los movimientos del mar revelan los del alma, porque la imaginación de las mujeres da cuerpo a los fantasmas. Esta distancia, tan radical como sutil desde el exterior, puede desconcertar, pero es el marco a través del cual Mati Diop, con impresionante relevancia y una rara intensidad, logra transcribir sus sentimientos. Si uno acepta esta preocupación, abre a la emoción.
Historia sobrenatural tanto como policíaca, remarcablemente interpretada por actores encontrados en su mayoría por casualidad, resultado de una sinergia de producción en la que Senegal ha invertido mucho (gracias al financiamiento de Fopica pero también a través del saber hacer del productor Oumar Sall y su compañía Cinekap), y la obra de una verdadera autora que sabe seguir e imponer sus intuiciones, Atlantique marca tanto por su maestría como por su impresionante belleza. Es el gesto de una mujer que se sabe heredera de una gran tradición, tanto familiar como cultural, y cuya visión y la llamada a la autodeterminación nos ayudan a percibir y comprender tanto las necesidades de nuestro tiempo como nuestra presencia en el mundo.
traducción : Marie Picaud